domingo, 28 de diciembre de 2008

Eso es Trahison señor García

La traición se pasea por el mundo como Estados Unidos en nuestras mentes. Así es, y en su caminar sólo tiene como única convicción tomar el protagónico de una escena donde sea mínimo uno el afectado. Puede tomar por asalto a un hombre que se dirige a casa con alguna sorpresa atinada, para la mujer que ama y adora, e influir en el gesto más sencillo de una muchacha guapa, para que ese ejemplar marido se convierta en el próximo vil hombre en engañar a su esposa.

O, de repente, sorprender en alguna reunión familiar a una desprotegida convivencia y dar los últimos pormenores para desaparecer a ese hermano que se está entrometiendo con tus intereses de querer ser el único responsable y heredero de esa pequeña fortuna que los padres de ambos construyeron. También puede toparse con un Jefe de Estado y llevarlo al patético caso de traicionar sus propias ideas y promesas, por no afectar algún burdo compromiso con tipos de mala calaña; entonces, la traición volverá a ese hombre, insalvable.

El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española (BRAE) define Traición como la “falta que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. Otras definiciones la señalan como la “violación alevosa de la confianza”. También se habla de la alta traición, de la cual se dice que “es cometida contra la soberanía, la seguridad o la independencia del Estado”.

Y la traición tiene que ver mucho con la ingratitud, creo yo. Con esa falta de valores y de amor propio, aunque en el Presidente del Perú ese amor propio parece ser inextinguible, de una bonanza envidiable. Pero no podemos llamar de otra manera a las actitudes que ha tenido el doctor Alan García Pérez para con los terrenos del Estado, los cuales quiere vender a toda costa. Como ha vendido su conciencia al sistema económico fundamentalista que vemos como se desploma llevándose al mundo por delante. Lo cierto es que él sólo sigue los mandamientos del libre mercado que manda a ¡vender!, ¡vender!, y ¡vender! los bienes de la Nación y en general al país, con los peruanos adentro, como lo hace en la Amazonía y en las comunidades campesinas. Como regala a los trabajadores a las transnacionales para que ellos decidan su futuro, como si le importase algo más que la producción a esos hijos sin madre del lucro. Pero ahora muchos sectores de la sociedad civil -y sólo una parte de la prensa- reclaman, pero esta subasta de modalidad a la inversa viene desde Fujimori y su lobbismo anacrónico y sicofante.

Y al vocablo traidor le acompañan una sucesión de sinónimos que al mismísimo Dios, con su ángel predilecto Lucifer al principio a su diestra, no pensó en escuchar. Ahí van algunos: desleal, infiel, judas, felón, falso, vil, tránsfuga, conjurador, ingrato, insidioso, delator, alevoso, maquinador. Sinónimos que pintan de cuerpo entero a l Primer Mandatario y a muchos personajes de nuestra clase política, que anduvieron por varios gallineros buscando el palo exacto donde arrimarse para dormir y aprovechar de la mejor manera la mañana.

Hoy 28, es día de los inocentes, pero no podía dejar de hablar del problema que viene sufriendo el Perú con sus bienes. Me entero, leyendo ayer sábado en El Peruano el decreto supremo que concede a la empresa china Xiamen Zijin Tongguan Investment la titularidad de ocho terrenos mineros ubicados al borde mismo de la frontera con Ecuador, pese a que la Constitución prohíbe que intereses extranjeros tengan título alguno en territorios ubicados a menos de 50 kilómetros de las fronteras.

Por la experiencia histórica impulsada por grandes imperios como el inglés y estelas como la experiencia chilena en Antofagasta, han llevado a la precaución a los países del mundo, quienes prohíben, constitucionalmente, que los extranjeros tengan propiedades o exploten recursos en las zonas fronterizas. Pero en el Perú son excepciones los casos donde tal presencia sea de necesidad pública, y gracias a esas ganas de querer joder el Perú lo más pronto posible, y apelando a decretos publicados en los gobiernos de Toledo y Fujimori que señalan que es de interés nacional impulsar la concesión de terrenos del Estado, la administración aprista decide hacer esta concesión sin tener en cuenta criterios básicos de la Soberanía Nacional.

Para que le suene mejor a nuestro Presidente y para hacerle recordar sus “buenos tiempos en París”, le diré en francés cómo se llama este tipo de actitudes: trahison. Traición a quienes confiaron ingenuamente en ese cambio responsable que al final sólo ha terminado siendo un continuismo responsable para la derecha. Y una felonía para esa mayoría postergada por la historia y por ese hábito aprista de claudicar. Claro está que García está esposado de sus cuatro a la cama del neoliberalismo y, está en su gloria, como en sus buenos tiempos de galán de motocicleta.

Señores, debemos recordarle al Gobierno que el Perú no está en venta. Toda la sociedad civil, instituciones, universidades y partidos políticos decentes deben pronunciarse como lo hicieron cuando se pretendió vender una parte del Cuartel General del Ejército (Pentagonito), en todo caso, nos corresponde poner coto a esa actitud descalificable del actual régimen de poner en venta al país.

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