Ayer estuve entretenido toda la tarde buscando un regalo para Claudia, pasado mañana es su cumpleaños, creo que hoy los amigos del trabajo piensan adelantarlo, ya que el lunes será imposible. Pero hoy no podré estar en la reunión, si la hay, claro. El lunes se lo daré. Mejor hoy me voy a hacer el despistado cuando la vea, seguramente a la salida para que se complique la existencia, como lo hace tan bien.
Esta semana si que se me complicó. Hoy tengo que ir al teatro, Sandra se muere por ver una obrita de este Alonso Alegría que no me cae para nada, la puesta en escena se llama Para morir contento, por lo menos el nombre parece divertido. Así que la complaceré.
Estoy descansando un rato de la rutina diaria de estar frente a este computador armando notas que en verdad no me interesan, nunca me ha interesado mucho la economía ni esos conflictos entre poderosos para ver quién gana más mercados en este pequeño país. Por eso aprovecho para subir esta notita al blog de Noe delirante, quién me ha pasado la voz que está escribiendo unas historias interesantes sobre las mil maneras que tiene los hombres de ganarse ese apelativo de “perros” que tanto escucho en los labios de las mujeres, y en particular, de mis amigas.
La verdad es que quiero contar una historia también, para ayudar a
este chibolo que parece que se ha quedado ya sin historias porque recién va dos, aunque me aseguró que serían diez. Y me atrevo a contar una historia mía con la seguridad que son muy pocos los que leen el blog de Jack, así que por estas y otras razones más no tendré reservas en los detalles de mi historia, la cual aún no culmino, pero creo que ya hay qué contar.
Claudia es mi compañera de trabajo, aunque ella trabaja en otra área, pero igual la conocí en una de las reuniones de confraternidad de la empresa. La conocí bailando, como dice la canción, y fue una empatía a primeras, esas cosas siempre me han gustado: esos inicios
inspirados en la casualidad, que van madurando a miradas cómplices, que sienten que ese gesto agradable no es suficiente, que debería durar más esa emoción que ha nacido tan de golpe y que embarga, más que al cuerpo, al corazón. A ese no se qué que domina las emociones de uno.
Bueno, la verdad es que fue paulatino mi acercamiento a Claudia luego de aquélla noche. Yo tenía enamorada, la que me también me tenía bastante concentrado en su mundo, que era complicado, pero que me gustaba igual, era escritora, o quería serlo. Ya había publicado un libro de cuentos gracias a que ganó un concurso, esos de los que hace anualmente la PUCP.
Entonces me hallaba en un conflicto, y lo peor era que la batalla interna era equilibrada, las dos tenían lo suyo, pero eran totalmente distintas. Quería la despreocupación por la vida de Claudia y la lucha contra la vida de Sandra. La dos tenían modos de ser que sólo resumirían a un mujer casi completa, con todo ángeles y demonios.
En ese momento, y advierto que no es una justificación, comenzaron a nacer nuevos parámetros de moralidad en mí, por decirlo de algún modo. Como que comencé a aceptar cosas que antes no lo hubiera aceptado, como era el de salir con dos personas a la vez. Querer estar con las dos paralelamente, y no sentir remordimiento por ello.
Pero no quiero hacer muy larga la historia, Jackson las cuenta cortitas, por eso pasaré a responder a una pregunta que seguro se estarán haciendo muchos – aunque espero que no muchos-: ¿cómo he podido, hasta el momento, mantener a las dos chicas a mi lado, sin que una no sepa de la otra?
No ha sido sencillo, se los aseguro. Creo que sólo ha sido fruto de las circunstancias. Por eso es que no sé hasta cuándo podré mantener esta aventura recargada.
Pero aún no respondo lo esencial de la pregunta: Creo que he podido mantener esta historia gracias a dos cómplices. Una es Claudia y la otra Sandra.
¿Saben por qué? Porque Claudia se muere por mí, pero luego de las experiencias que ha tenido me dice que quiere ir pasito a paso y que quiere que sea lo más despaciosamente posible. Lo que he aceptado más por razones de cálculo que de comodidad. Pero así están las cosas.
Y sobre Sandra, de ¿por qué la considero mi otra cómplice? Sencillamente porque ella vive en su mundo, y yo en la de ella, así que mientras no quiera fugar de aquel, con ella no habrá problemas. Y además, a veces he pensado que si ella se entera de lo de Claudia, seguro que terminaría conmigo, pero creo también que luego de unos instantes de pena, se pondría a pensar que le puede sacar algo positivo a la relación que mantuvo conmigo: y eso sería contarla en un cuento, de seguro creería que es el mejor que ha escrito.
Esta semana si que se me complicó. Hoy tengo que ir al teatro, Sandra se muere por ver una obrita de este Alonso Alegría que no me cae para nada, la puesta en escena se llama Para morir contento, por lo menos el nombre parece divertido. Así que la complaceré.
Estoy descansando un rato de la rutina diaria de estar frente a este computador armando notas que en verdad no me interesan, nunca me ha interesado mucho la economía ni esos conflictos entre poderosos para ver quién gana más mercados en este pequeño país. Por eso aprovecho para subir esta notita al blog de Noe delirante, quién me ha pasado la voz que está escribiendo unas historias interesantes sobre las mil maneras que tiene los hombres de ganarse ese apelativo de “perros” que tanto escucho en los labios de las mujeres, y en particular, de mis amigas.
La verdad es que quiero contar una historia también, para ayudar a
este chibolo que parece que se ha quedado ya sin historias porque recién va dos, aunque me aseguró que serían diez. Y me atrevo a contar una historia mía con la seguridad que son muy pocos los que leen el blog de Jack, así que por estas y otras razones más no tendré reservas en los detalles de mi historia, la cual aún no culmino, pero creo que ya hay qué contar.
Claudia es mi compañera de trabajo, aunque ella trabaja en otra área, pero igual la conocí en una de las reuniones de confraternidad de la empresa. La conocí bailando, como dice la canción, y fue una empatía a primeras, esas cosas siempre me han gustado: esos inicios
inspirados en la casualidad, que van madurando a miradas cómplices, que sienten que ese gesto agradable no es suficiente, que debería durar más esa emoción que ha nacido tan de golpe y que embarga, más que al cuerpo, al corazón. A ese no se qué que domina las emociones de uno.
Bueno, la verdad es que fue paulatino mi acercamiento a Claudia luego de aquélla noche. Yo tenía enamorada, la que me también me tenía bastante concentrado en su mundo, que era complicado, pero que me gustaba igual, era escritora, o quería serlo. Ya había publicado un libro de cuentos gracias a que ganó un concurso, esos de los que hace anualmente la PUCP.
Entonces me hallaba en un conflicto, y lo peor era que la batalla interna era equilibrada, las dos tenían lo suyo, pero eran totalmente distintas. Quería la despreocupación por la vida de Claudia y la lucha contra la vida de Sandra. La dos tenían modos de ser que sólo resumirían a un mujer casi completa, con todo ángeles y demonios.
En ese momento, y advierto que no es una justificación, comenzaron a nacer nuevos parámetros de moralidad en mí, por decirlo de algún modo. Como que comencé a aceptar cosas que antes no lo hubiera aceptado, como era el de salir con dos personas a la vez. Querer estar con las dos paralelamente, y no sentir remordimiento por ello.
Pero no quiero hacer muy larga la historia, Jackson las cuenta cortitas, por eso pasaré a responder a una pregunta que seguro se estarán haciendo muchos – aunque espero que no muchos-: ¿cómo he podido, hasta el momento, mantener a las dos chicas a mi lado, sin que una no sepa de la otra?
No ha sido sencillo, se los aseguro. Creo que sólo ha sido fruto de las circunstancias. Por eso es que no sé hasta cuándo podré mantener esta aventura recargada.
Pero aún no respondo lo esencial de la pregunta: Creo que he podido mantener esta historia gracias a dos cómplices. Una es Claudia y la otra Sandra.
¿Saben por qué? Porque Claudia se muere por mí, pero luego de las experiencias que ha tenido me dice que quiere ir pasito a paso y que quiere que sea lo más despaciosamente posible. Lo que he aceptado más por razones de cálculo que de comodidad. Pero así están las cosas.
Y sobre Sandra, de ¿por qué la considero mi otra cómplice? Sencillamente porque ella vive en su mundo, y yo en la de ella, así que mientras no quiera fugar de aquel, con ella no habrá problemas. Y además, a veces he pensado que si ella se entera de lo de Claudia, seguro que terminaría conmigo, pero creo también que luego de unos instantes de pena, se pondría a pensar que le puede sacar algo positivo a la relación que mantuvo conmigo: y eso sería contarla en un cuento, de seguro creería que es el mejor que ha escrito.
(Estas historias son una mezcla de ficción y realidad, donde muchas escenas han sido creadas por el autor, y también se han cambiado los nombres de los personajes originales)
1 comentario:
Creo que un capítulo interesante de tu historia sería el encuentro entre las dos féminas. A lo mejor, se hacen amigas.
Te linkearé Delirante.
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