martes, 4 de agosto de 2009

La Traición del mundo (La primera versión de un artículo ya publicado)

La traición se pasea por el mundo como Estados Unidos en nuestras mentes. Así es, y en su caminar sólo tiene como única convicción tomar el protagónico de una escena donde sea mínimo uno el afectado. Puede tomar por asalto a un hombre que se dirige a casa con alguna sorpresa atinada para la mujer que ama y adora, e influir en el gesto más sencillo de una muchacha guapa para que ese ejemplar marido se convierta en el próximo vil hombre en engañar a su esposa.

O, de repente sorprender en alguna reunión familiar a una desprotegida convivencia y dar los últimos pormenores para desaparecer a ese hermano que se está entrometiendo con tus intereses de querer ser el único responsable y heredero de esa pequeña fortuna que los padres de ambos construyeron. También, puede toparse con un Jefe de Estado y llevarlo al patético caso de traicionar sus propias ideas y promesas, por no afectar algún burdo compromiso con tipos de mala calaña; entonces, la Traición volverá a ese hombre, insalvable.

Es tan sencillo caer en sus manos como en las de Carmen Electra, así de fatal y profético se vuelve la Traición en este mundo, menesteroso ya, de humanidad. También terminó inmiscuyéndose en las buenas películas, en el fútbol, en las novelas de flauberth. Se ha convertido ya en parte de la vida, hasta nos hemos vuelto unos expertos creando métodos infalsificables, para que no nos sorprenda en algún momento la infausta noticia de una traición.

Hasta lo que creemos que es sólo un puñal de utilería, de alguna película, es realmente un puñal que no posterga su oficio aun con las cámaras apagadas, y la señal en algunos individuos de “No Apuñalar” en la frente, no es suficiente.

Según la Biblia, la traición existió desde antes de la creación del mundo, cuando un ángel llamado Lucifer decidió traicionar la confianza de (su) Dios y crear su propio reino. Debe ser entonces una herencia, como lo es la muerte.

No se me hace difícil confesar que, cuando me tocó enfrentar éste encuentro, cambió mi perspectiva de la vida y de los gestos. No sé si se me he hizo más difícil o más fácil ubicarlo después de ese día, pero era una alternativa constante y nociva. De repente sea por haber recibido el agudo puñal en el pecho y no en la espalda, como tiene ésta por costumbre.

Y, mientras tanto, ya le tocará a cada uno encontrarse con este personaje impostergable en los actos de cualquier ser humano. Cierto, unos podrán luchar contra éste, como luchan contra los vicios o la rutina, ahí la agudeza de su peligrosidad. Desde mañana trataré de ser un poco más confiado, como antes, esperando que se haya cansado de ubicarme y, de ver mi cara resignada.

Quién sabe, de repente un día, la traición se encuentre en su propia escena queriendo ser infalible y se descubra en algún espejo, desgraciada ya, con sus propias fuerzas e intensiones. Se dará cuenta de que en este planeta de seres raros, todo puede darse, hasta su propia traición. Pero de algo estoy seguro: el hombre ni se dará cuanta ni celebrará esta autolección. Y si, suponiendo, claro, que en ese momento aprenda la lección, seguro que inventaremos otro puñal, más exacto y cruel para que nos desasosiegue, y no nos alerte de perder la costumbre, porque así somos de irracionales y masoquistas. Así de traidores con nuestra especie y nuestro planeta.

Y quien crea que esto sólo es delirio, no sabe realmente el trabajo que cumple la Traición en estos días y peor, ignoran para quien trabaja.

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