sábado, 7 de febrero de 2009

Gracias, Miena, por ese tercer ángulo

Miena es la única excusa que nos queda a Lanna y a mí para no llegar a destruir -sin remedio- la tierna relación que construimos en tres años. Cualquier movimiento de Miena y yo atento a sus arrebatos. Por acá, por allá, ahí está y, Lanna me observa y cree en mí en esos momentos sin duda alguna. La verdad es que durante este tiempo todo nos salía con tanta espontaneidad que no llegamos a darnos cuanta que eso era lo que realmente le estaba haciendo falta a nuestro amor.

Recurrimos a muchas técnicas para salvar lo que habíamos creado: desde alejarnos, para sentir ese temor inminente de perdernos para siempre; hasta el no abandonarnos para nada, para llegar a crear esa deliciosa actitud de necesitarnos. Miena, se hacia la que no entendía nada, jugaba, revoloteaba y parecía estar en todas partes. Y siempre era su arbitraje lo que terminaba calmando el lío de nuestros malos humores.

Recuerdo una cena que hiciste para los dos. Era Año Nuevo, estábamos solos en tu casa. Salió tan de las nada esa cita casera, fue tan insospechada que creí que iba a pasar sin contratiempos. Preparamos con mucha magia los detalles, por ahí un vinito, una salsita, estaba todo listo en la mesa, nos hallábamos sentados muy cerca el uno del otro y, sucedió: nuestras faltas de costumbre nos vencieron y me convertiste en papel picado. Me derrumbaba y sólo la atención de Miena en mi fue lo que salvó la noche y terminamos en tu cama.

Sabina en alguna canción dijo que en los asuntos del amor siempre pierde el mejor, pero nosotros qué, quién perdió -mejor dicho para mi salud- quién perderá. Yo sigo cometiendo los mismos errores y los mismos aciertos. Tú me sigues conquistando a cada segundo a punta de arrebatos. Qué será de nosotros, ¿qué será de Miena cuando se le acabe la celeste obsesión de querer vernos juntos todavía? ¿Qué serán de esas promesas en formato de besos arrebatadamente sincronizados que nos dimos en todos esos atardeceres que nos regalamos?

Y los celos, siempre recurrentes en las historias de los buenos amores y, por ello, en nuestra historia, fue otro punto que desestabilizó nuestras sonrisas. Tú, siempre tan desatinada, agresiva con las que no debías temer y tan cómplice de las que si querían arrebatarte mi amor. Miena también fue victima de tus desatinos y sufrió, pero las cosas se tranquilizaron para bien del ambiente que compartíamos los tres. Lanna, cuándo dejaremos de buscar en el otro lo que sólo podremos encontrar en nuestras perversidades.

En un viaje a la selva, al cual no pudimos llevar a Miena -por su bien-, descubrimos lo necesaria que era ella en nuestras vidas. Habíamos llegado a acostumbrarnos a su ternura y era la mejor salida a nuestra falta de experiencia de a dos. Fue tanta nuestra desgracia que sólo llegamos a comprendernos ya en casa, los dos frente a Miena, formando un perfecto triangulo. Pero Lanna, tenemos que aprender a mirarnos de frente, tal vez ahí esté el secreto de dos viejitos felices.

Todavía no hemos perdido lo más importante, Lanna, tenemos nuestras ganas de seguir adelante juntos, de no perder el paso. Seguro de que hemos desactivado un par de sueños juntos por ahí, pero nada que no se pueda recuperar, nada que no queramos recuperar. Miena se ha ganado su lugar en nuestra historia, de repente nos ha robado protagonismo. Fue necesario. Fue parte de.... Se ha ganado ser una historia recurrente.

Miena ha conseguido ser inherente a tu recuerdo y a cualquier reconciliación. Lanna, busquemos en esa mesa de billar, que heredé, un momento sin aristas ni foulls, busquemos en nuestras manos el código de la seducción. Intentemos ver las cosas como son y no dejemos que nuestra falta de costumbre nos allane. No nos dejemos convencer por la fatalidad de que el amor no duele.

No abandonemos la rutina de reír por cualquier cosa.

Miena nos abandonará, espero que se demore en hacerlo, pero el veterinario no nos da muchas esperanzas, nos recomienda que la sigamos cuidando bien. Que no la hagamos renegar ni la preocupemos. Ella en casa sigue salvándome al mirarme concentrada y moviendo la cola a un ritmo lento –como tiene por costumbre-. A Lanna y a mí eso nos tranquiliza. Espero que antes de tu último milagro me enseñes a ver a Lanna, con ese ángulo que tú manejas. La mujer, que por borbotones llena mis arterias de esperanza, ahora sí debería preocuparse por ti, porque siento miedo de perderte, te necesito y eso no me molesta. Al final, Lanna, nos quedaremos los dos solos, mirándonos, como debió ser desde siempre. Hasta que lo entendimos. Gracias coqueta, culpable, gracias.

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