El 29 de agosto del 2008, cerca al mediodía, me dirigí a la Universidad Nacional Mayor de San Marcos para recoger algunos papeles que había solicitado para presentarme a unas prácticas en una radio local. Luego de saludar a la gentil secretaria de la Escuela de Comunicación Social, le pregunté sobre las últimas novedades de la Facultad en esos días de paralización de clases por las vacaciones de medio año. Me dijo una par de cosas que no me sorprendieron, como el problema que tuvo la Administración para la distribución de aulas por ser pocas las disponibles y cómo su humor había dado un giro de 180 grados debido a que el asesor financiero del Decanato la había citado para una reunión de quince minutos que al final duró dos horas, quintándole un tiempo donde ella quería avanzar algunas tareas pendientes, “…una reunión de una comisión de trabajadores con el asesor” señaló mientras me entregaba la carta de presentación que había solicitado. Muchas gracias, le dije, y no le quito más tiempo para que avance lo que tiene pendiente.
Ese viernes también había quedado en encontrarme con unos amigos en la Facultad, los busqué por las bancas del patio, cuando comencé a pensar en el asesor y las comisiones que había mencionado la secretaria de Comunicación me preguntaba ¿qué comisiones serán? ¿Qué tiene que ver el asesor del Decanato con comisiones de trabajadores si estos están bajo la responsabilidad del director administrativo?, ¿de qué tratarán esas comisiones? ¿Esas comisiones no han pasado por el Consejo de Facultad, qué raro?, eran preguntas que rondaban en mi cabeza. Decidí regresar –ya que no ubicaba a mis compañeros- a la oficina de la Escuela de Comunicación para indagar un poco más al respecto.
-De nuevo por aquí señor Jackson- dijo la secretaria siempre tan amable.
-Me he quedado con una duda- le dije.
-Haber, cuénteme cuál es su duda.
-Se trata de esa comisión o comisiones de trabajadores que mencionó hace un rato.
-Ah, si claro. Son comisiones que han creado desde el Decanato para coordinar con los trabajadores un mejor trabajo, para hacerlo más dinámicos, dicen. Pero ya han sido creadas hace más de un mes, hasta ha salido un oficio circular informando sobre la creación de esas comisiones firmada por la Decana.
-¿Por si acaso tendrá ese oficio?, le pregunté sonriéndole.
Me enseñó el oficio circular, tenía el número 09-D- FLCH-2008 y tenía como fecha de emisión el 4 de agosto. En general dicho oficio señalaba que se habían creado comisiones de trabajo como parte del Plan Operativo de Trabajo 2008 desde principios de año, y dichos grupos de trabajo se enumeraban que en principio eran cuatro: Comisión Nueva Estructura del Centro de Idiomas; la Comisión de Nivelación de Honorarios y Subvenciones del Personal Administrativo por Servicios No Personales y del Personal Nombrado y Designado; la Comisión de Uniformes y la Comisión de Traslado, Refaccionamiento y Adecuación de la Cafetería. El ofico estaba firmada por la doctora Martha Barriga Tello, decana de la Facultad de Letras y Ciencias Humanas de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.
Esa última comisión me llamó mucho la atención ya que a diferencia de las otras tres no tenía que ver precisamente con un trabajo coordinado con los trabajadores de la Facultad, ni se trataba con dicha Comisión optimizar el trabajo de éstos. El posible proceso de traslado de la cafetería dentro de las instalaciones de la Facultad de Letras tiene que ver más bien con un trabajo directo de la Comisión Permanente de Infraestructura y Ornato que está integrada por representación docente y estudiantil (respetando los dos tercios del estamento docente y un tercio del estamento estudiantil). Así que haber creado una comisión “paralela” a la oficial me pareció en ese momento una irregularidad por parte de las autoridades de la Facultad y si me vino una idea todavía más peligrosa: que con la creación de las comisiones en general, pero específicamente la de Traslado de la cafetería -sólo representada por docentes y trabajadores- se estaba buscando relegar a la representación estudiantil de dicho proceso, lo cual ya era bastante sospechoso o mejor dicho llamaba la atención más aún.
Hasta hace unos meses había pertenecido a la Comisión de Infraestructura u ornato de la Facultad así que sabía algo de las responsabilidades que tenía cada comisión con respecto a cada sector como eran el de bienestar, presupuesto, promoción docente, evaluación curricular así como el de infraestructura. Comencé a buscar información al respecto conversando con algunos alumnos y trabajadores pero no me decían nada novedoso o sospechoso. Ello me previno más aún porque cada vez me parecía más contundente que había algunos procesos que la Administración quería manejar de manera bastante reservada.
El primero de setiembre se iniciaron las clases en la Universidad así que iba diariamente por las tardes a la mis clases. El miércoles de la primera semana de setiembre busqué al señor Enrique Guevara, concesionario de la cafetería, en su local. Me recibió cordialmente, le hice algunas consultas sobre cómo iba el proceso de traslado de la cafetería hacia la zona posterior de la Facultad donde se tiene un terreno de 400 m que estuvo planificado en un primer momento para una cafetería. Era un hombre alto y fornido de unos 45 años de edad, cobrizo, un cholo macizo, y hasta ese momento se mostraba un poco reacio a colaborar con información.
Aquella noche me dio la siguiente información: me manifestó que las obras que había realizado a la espalda del Pabellón (donde se ubicaba el Taller de Carpintería de la Facultad) se habían paralizado por parte del director Administrativo, Pedro Falcón. Ante la sorpresa de escuchar sobre una construcción que ignoraba, tanto de su inicio como de su paralización, le pregunté que quién había dado la orden. “La Decana”, respondió, “…pero parece que el Director Administrativo no me quiere acá y por eso han parado las obras me dijo.
-¿Y hay alguna orden escrita?, insistí.
-Sí, pero, me va a perdonar pero no lo tengo a la mano- dijo. Lo noté dubitativo, tuve la ligera impresión que me estaba engañando y que sí tenía los documentos s la mano. Pero giré la conversación a otro campo donde estaba seguro me podía brindar información.
-¿Y usted se ha reunido con la comisión de Infraestructura de la Facultad?
-No, me he reunido por la comisión precedida por el asesor de la Decana, donde participan también algunos trabajadores.
-¿Cuántas veces se ha reunido usted con esa comisión?
-Mas de cinco oportunidades.
-¿La comisión está precedida según he visto en un oficio circular por el profesor Falcón, el directo Administrativo.
-Sí, pero él no va, la comisión la preside el asesor (Pablo Mendoza).
Luego le pregunté si tenía algún oficio remitido por dicha comisión, me dijo que no. Insistí en que me haga llegar algunos documentos sobre el tema para seguir analizarlo de manera más precisa el tema pero siguió negándose dando algunos argumentos que no me convencieron aunque acepté en ese momento.
Entonces sabía que debía conseguir información por otros medios. Así que comencé a conversar con algunas personas que sabía que tenían cierto acceso archivos de la Facultad, donde podía encontrar varios de los documentos que estaba seguro me ayudarían a cuadrar los sucesos que había recopilado hasta ese momento. El día lunes por la mañana mi fuente me consiguió mi primera prueba importante en el caso: el oficio mediante el cual la decana de la Facultad, Martha Barriga Tello, autorizaba al concesionario de la cafetería iniciar trabajos que denominó remodelación del taller de carpintería, el documento tiene fecha de emisión del 25 de julio del año en curso y tenía una dato central en su segundo párrafo, cito: “En cuento a los gastos que conlleve la remodelación de los ambientes del Taller de Carpintería serán asumidos por usted, que posteriormente serán deducidos por la Facultad de Letras y Ciencias Humanas”. (Fin de cita). En ese momento dicho oficio se volvió en mi primera prueba contundente sobre una irregularidad en el manejo del procesos de la cafetería.
El lunes ocho de setiembre, luego de tener el documento número 0744-D-FLCH-08 que daba la autorización, algo ambigua, al concesionario para que inicie la obra. Creí en ese momento que era necesario hacer una identificación clara de los responsables de dicha acción. Preparar algunas preguntas y decidí que era hora de de ir a conversar con el responsable de la administración, el licenciado Pedro Facón Ccecta. Cerca de las diez de la mañana de aquel lunes lo ubiqué en su oficina y accedió gentilmente a resolver mis dudas al respecto.
En principio mis preguntas eran contextuales y sus respuesta bastante genéricas. Pero entre lo que rescaté estaba la confirmación de que no había participado en ninguna de las sesiones de la comisión “paralela” de traslado de la cafetería, debido a que desde un principio –según confesó- no estuvo de acuerdo con la creación de dichas comisiones. Pero no decía nada sobre la actual situación de la suspendida construcción en la zona posterior de la Facultad.
-Profesor, le voy a ser directo, quería saber si usted está al tanto de la construcción en la parte posterior, en el taller de carpintería, de una cafetería provisional, que en inicios de agosto ha sido paralizada, que la Decana ha autorizado mediante un oficio el día 25 de julio pasado.
Se mostró sorprendido por la información que tenía. Su rostro expresaba un movimiento desatinado de un lado a otro, sin embargo no pedía el hilo de la conversación.
Fue ahí que fue mucho más explicito sobre la actual situación de la cafetería hasta ese ocho de setiembre. Sostuvo, en primer lugar, que el se enteró de la construcción en los primeros días de agosto cuando se encontraba dentro de un viaje familiar en la ciudad del Cusco. Ahí recibió la llamada y le informaron que había un trabajo de construcción avanzado en la zona posterior del pabellón de la Facultad. Aseveró que ni bien terminó la llamada se comunicó con su secretaria y le pidió que solicitara inmediatamente opinión de dicha construcción a la Comisión permanente de Infraestructura y Ornado (la legal) y a la par le solicita al concesionario que le haga llegar mayores detalles de la construcción como los gastos hasta la fecha, plan arquitectónico y el plazo de entrega. Esto fue lo más resaltante de la información que me brindó.
O sea que no había ni siquiera estudios previos sobre la construcción, asó así que se había hecho todo sin ningún estudio ni con fecha de término, e incluso sin ningún detalle de cuánto iba a costar la obra. Por último, una conclusión más sobre aquella primera entrevista dejaba entrever el nulo trabajo conjunto entre el Decanato y su órgano de apoyo (la Dirección Administrativa) y principal responsable de cualquier trabajo administrativo, como es la de una construcción. Pero quedaban muchas dudas aún al respecto.
En esa semana intenté conseguir documentos por la vía de solicitudes a la propia Administración por medio de mesa de partes, pero sólo se me hizo llegar las primeras solicitudes de la Facultad hacia Guevara para que desocupe el tercer piso, donde queda la Cafetería que se quería desaojar alegando a problemas de infraestructura luego del terremoto de 7,9 grados en la escala de Richter que afectó Lima, pero principalmente el sur chico del país, el 15 de agosto del 2007.
Esos documentos que se me entregó me ayudaron a sacar otras conclusiones más: por ejemplo el primer documento al respecto de fecha 9 de junio del 2008 es una carta firmada por la decana Martha Barriga donde solicita al concesionario que desaloje en ocho días el local que ocupa ya que un estudio advierte de la peligrosidad que conlleva un sobrepeso en el tercer nivel del pabellón de Letras. Asimismo, cabe indicar que el contrato de arriendo del lugar caducaba el 30 de junio. La carta era notarial.
Asimismo 19 días después, el 27 de junio, Guevara Casas responde a la carta de la Facultad pidiendo una reconsideración de la decisión de cerrar el local argumentando que más de diez trabajadores se quedarían sin empleo, por lo que solicita una prórroga de la concesión.
El siete de julio el Decanato le responde a su pedido y le recuerda lo peligroso que es seguir utilizando el tercer piso con sobrepeso y le recuerda al concesionario que la Facultad no cuenta con espacios para construir o reinstalar una cafetería por el momento.
Una semana después, el concesionario insiste con una carta, pero acá sucede una peculiaridad ya que Enrique Guevara Casas propone una salida y le recuerda a la Facultad que en la zona posterior, entre el pabellón de Letras y el Estadio Olímpico de San Marcos existe un terreno de 400 m asignados a Letras y Ciencias Humanas para la construcción de una cafetería, que estaba siendo utilizado como taller de carpintería por los trabajadores de la Facultad, en una precaria choza de cuatro paredes de material noble.
Estos documentos fueron entregados por la administración y me ayudaban, como dije anteriormente, a sacar algunas conclusiones, al respecto. La Administración de Letras estaba decidida a sacar al concesionario de la cafetería del tercer piso. En otro momento la Decana le asegura al concesionario que no se cuenta con un espacio para una cafetería en la situación actual del pabellón donde se vive un problema de hacinamiento, y principalmente que Guevara Casas estaba siendo asesorado por alguien que conocía bien qué terrenos tenía la Facultad, e incluso parecía que su informante o asesor sabía más que la propia Administración.
La información que había conseguido no pasaba del 25 de julio, día en que se había dado la autorización para la construcción de un local para una cafetería provisional (provisional es un término que escuché al Director Administrativo en la primera entrevista que le hice). Era necesario recaudar más información. Busqué al nuevo representante estudiantil en la Comisión de Infraestructura y Ornato, Luis Jara de la escuela de Lingüística. Le expliqué la investigación y me mostró algunos documentos que había emitido dicho grupo de trabajo al respecto. Corría la segunda semana de setiembre. Jara me enseñó un acta del seis de agosto donde la comisión precedida por el Arq. Martín Fabbri había resuelto lo siguiente: En principio informar que desconocían de alguna autorización para la ejecución de trabajos de mejoramiento en alguna área contigua a la Facultad. Asimismo, solicitar de manera urgente a la dependencia encargada de estos trabajos (Dirección Administrativa) el proyecto arquitectónico, el presupuesto de obra a nivel de partida y el plazo de ejecución. El acta concluye señalando que recomienda la suspensión inmediata de la obra hasta poder contar con la información técnica del caso.
La fuente, que me había dado el documento que había firmado la Decana dando la autorización de la obra, me hizo llegar otro documento importante. Era el oficio 0679-FLCH-08 firmado por el director Administrativo Pedro Facón Ccenta, dirigido a la Oficina de Seguridad de la Universidad con fecha del 25 de julio, precisamente el mismo día que el decanato remitió la autorización al concesionario.
El documento decía: Tengo a bien dirigirme a usted para solicitarle se sirva disponer del personal a su cargo para que brinden las facilidades para el ingreso de los señores Enrique Guevara Casas, Jesús Cruz, Walter Leonado Cruz que ingresarán durante los días 26, 27,28 y 29 del presente mes. Es preciso indicar que dichas personas realizarán trabajos operativos y de mantenimiento en el área que la Facultad de Letras y Ciencias Humanas. Agrega que para la supervisión de dichos trabajos también se solicita el ingreso de trabajadores de seguridad de la Facultad.
Este oficio dejaba sin piso el argumento del Director Administrativo de que e había enterado de la construcción en los primeros días de agosto mientras se encontraba en el Cusco de vacaciones, quedaba claro que el Lic. Pedro Facón había tenido conocimiento del oficio emitido por el Decanato que autorizaba la construcción, y que en dicho oficio se habría basado para pedir a la Oficina de Seguridad de la Universidad el ingreso de dos personas externas a la Universidad como eran los que acompañaban al señor Guevara.
Aquel mismo día por la noche, viernes 12, busqué al concesionario en su local en el tercer piso. Se notaba aún reacio a colaborar con alguna información, pero al percatarse que estaba bastante enterado del proceso me precisó algunos detalles: las dos personas que ingresaron con el los días feriados por Fiestas Patrias eran maestros de construcción y que ya había hecho llegar a la Administración los estudios que le había solicitado. Me enseña el documento, tenía como fecha de entrega el 22 de agosto. Le pregunté cuál era el trabajo que ahora tenía la comisión “paralela” de traslado de la cafetería, y me dijo que se seguía reuniendo con dicho grupo, encabezado por el asesor y una de trabajadores, pero donde hasta el momento no se había hecho presente el Director Administrativo. Así que comencé a tomarle más atención a la labor que estaba teniendo el asesor en el asunto. Y mientras el señor me explicaba su situación de incertidumbre sobre el futuro de su negocio le pregunté sobre quién lo había asesorado durante este tiempo al señor. “El asesor de la Decana”, me respondió, “ …el señor Pablo Mendoza”. Justo lo que sospechaba, pensé. Pero insistí. No entiendo muy bien la cosa –le dije- cómo es eso que la Administración complica su situación pero a la vez le asesora para salir del embrollo.
-El que me quiere sacar es el Director Administrativo –señaló Guevara-, mejor el asesor es quien me está apoyando.
Esta era una información valiosa porque estaba dejando evidente el trabajo separado que estaba haciendo cada oficina. Donde parecía había una lucha de poderes. Ahora, aún tenía claro que esta situación debiera estar bajo las responsabilidades del Director Administrativo con el total conocimiento de la Comisión permanente de Infraestructura y Ornato, pero era evidente también que no era así. Que en este caso estaba prevaleciendo el poder del Decanato, y principalmente del asesor de la decana Martha Barriga.
Lo que no me contó el concesionario es que el mismo día que hablamos, el viernes 12, el había presentado a Administración de la Facultad dos oficios; uno donde solicita una prórroga del contrato para seguir utilizando el local del tercer piso mientras se avanzan las gestiones de “regularización” del uso del terreno de la zona posterior de la Facultad (ex taller de carpintería), y además le había hecho llegar un informe sobre los gastos que ejecutó hasta la fecha en la área posterior de la Facultad que haciendo a 17 mil nuevo soles, y que el proyecto total presentado a la Facultad asciende a 32 mil nuevo soles, por lo que faltaría ejecutar una inversión de 15 mil nuevos soles aproximadamente.
Esta información la consiguieron mis compañeros que se unieron a esta investigación por medio de contactos administrativos. Se había conseguido la documentación completa de los dos oficios presentados por Guevara Casas. Así que una vez que habíamos conseguido toda la información que ataban los cabos sueltos hasta entonces, nos tocaba, junto a hora a tres compañeros más, Eduardo Arias, Raúl Bolo y Jorge Choque, adentrarnos en las consecuencias de dicho proceso.
En la tercera semana de setiembre Eduardo viene con información que había conseguido en una entrevista al jefe de la Oficina General de Infraestructura de la Universidad (OGIU) Ing. Jorge Gutarra Salas, donde nos enterábamos que la zona donde se encontraba construida el taller de carpintería de la Facultad de Letras no era un terreno que ya no le pertenecía a la Facultad ya que debido al nuevo mapa de la ciudad universitaria condicionada luego de la firma del convenio con la Municipalidad Metropolitana de Lima para llevar a cabo obras viales como el by pass del cruce de las avenidas Universitaria y Venezuela, para ello se habían cambiado los planos de la Universidad y ahora como se había recortado el terreno se había perdido la pista perimetral que tenía el campus, por lo que se había planeado construir una nueva que iba a pasar alrededor del Estadio Olímpico de San Marcos, y nos explicaba Eduardo que por el terreno donde estaba el taller, y donde también se habían avanzado unas obras para una cafetería provisional eran parte del nuevo paradero que iba a tener el campus, pero Eduardo no creyó pertinente aún informarle al respecto al Gutarra ya que era evidente –dijo- que el funcionario ignoraba por completo cualquier tipo de obra en dicha área.
Por su parte, y con la información que nos había traído Eduardo desde OGIU, Raúl y Jorge le hicieron una entrevista al Director Administrativo de la Facultad, para preguntarle entre otros cosas, si sabían que el terreno donde se había autorizado la construcción de un cafetín provisional no le pertenecía a la Facultad. La entrevista se realizó el 24 de setiembre. Las cosas se aclaraban cada vez más, pero se podría decir que se obtuvo la información sacándole “con cucharita”, el Lic. Falcón les dijo que justamente al enterarse de que dicho terreno no le pertenecía a la Facultad es que se detienen las obras, no dejando de lado razones como la falta del proyecto de infraestructura. Pero lo que el Lic. Facón no indicaba, pero era una información que ya manejaban Raúl y Jorge era que tampoco se había pedido permiso para la construcción al máximo ente dentro de la Universidad para dichas acciones: la Oficina General de Infraestructura, así que el Decanato había obviado todas las instancias para realizar cualquier tipo de cambio a nivel de infraestructura dentro de la Universidad. Para levantar o derribar una pequeña pared se necesita la autorización de la OGIU. Pero esta era una información que el Director Administrativo guardaba muy bien hasta el momento. Dicho dato se consiguió haciendo algunas consultas a anteriores autoridades administrativas, pero sin precisar el caso todavía. Entonces al notar que el profesor se desviaba cada ve que podía del tema central, Jorge y Raúl decidieron hacerle la pregunta puntual si la Decana había obviado todas las instancias, sumando la de la Dirección Administrativa, para autorizar dicha construcción. Ante la pregunta el profesor señaló que dicha información debería darla el mismo Decanato. También se le preguntó por qué había solicitado a la Oficina de Seguridad de la Universidad para el ingreso de dos personas ajenas a la institución, además que se tenía la información de que eran maestros de obra. Al encontrase acorralado ante el vendaban de preguntas incómodas y sorpresivas para el Lic. Falcón, este sólo atinó a decir que dichas personas habían ingresado para apoyar al concesionario en su local el tercer piso. Pero insistió en que no sabía que eran obreros que llevarían a cabo una construcción el a zona posterior de la Facultad y a ello debería responder la decana, la doctora Martha Barriga Tello.
Se solicitó en más de una oportunidad una cita a la Decana pero se nos fue negada por razones de una agenda ocupada. Pero, seguimos investigando sobre el tema en los primeros días de octubre. Necesitábamos saber cuál era la situación actual del proceso, o sea al diez de octubre. Me reuní nuevamente con el concesionario y le pregunté sobre su situación actual. No quería hablar conmigo, sospeché que le habían advertido sobre la investigación, pero le insistí y me manifestó unos datos más: que estaba negociando con la Administración la ampliación del contrato, que había finiquitado el 30 de junio, por cuatro meses más, es decir, hasta el 30 s de noviembre, esperando que para entonces ya se haya conseguido el permiso de OGIU para realizar la obra. Eso nos dejaba claro que la Administración había estaba buscando regularizar el proceso. Asimismo, dijo que el Director Administrativo estaba solicitando el uso del terreno donde se habían iniciado las obras de manera provisional, por un cierto tiempo.
Mi informante me hizo llegar el veinte de octubre otro documento relevante: se trataba de un documento remitido por la Decana a su asesor, Pablo Mendoza, donde le informaba que las comisiones deberán ser anuladas debido a que se han prestado a una serie de confusiones. Tenía como fecha de emisión el 16 e octubre.
Luego de una varias reuniones el grupo de trabajo que habíamos llevado adelante la investigación, sabíamos que el caso daba para más. Pero ya habíamos sacado algunas conclusiones importantes. Que entre la oficina de la Dirección Administrativa y el Decanato de la Facultad no había un trabajo conjunto, y parecía que existían hasta pugnas internas. Que el asesor de decanato, Pablo Mendoza, armó sus propias reglas de juego creando estas comisiones “paralelas” que contaron con la venia de la decana Barriga, pero inmiscuyéndose en funciones que no le corresponden a pesar de ser apoyadas por la señora Decana. Dejando de lado, además, los fueros y las responsabilidades del Director Administrativo, quien ante la impotencia de no poder hacer nada al respecto debido a la autoridad de la Decana, sólo buscó deslindar responsabilidades tratando de impregnar su firma lo menos posible en los documentos comprometidos en el caso, por lo menos en la primera parte del proceso, luego participó llevando a cabo la regularización de la ejecución de la obra ante la Administración Central como debió ser desde el principio.